La biblioteca recomienda en mayo… No llores por un beso, de Mary Higgins Clark

La biblioteca recomienda en Mayo… “No llores por un beso”, de Mary Higgins Clark

La novela póstuma de “la reina del suspenso” llega a las librerías. La celebrada autora murió en enero, a los 92 años

Gina Kane se arrellanó en su asiento de ventanilla. Sus oraciones habían sido escuchadas. Las puertas del Jumbo se estaban cerrando y los asistentes de vuelo se preparaban para el despegue.. El asiento central que quedaba a su lado estaba vacío, y permanecería así durante las dieciséis horas que duraría el vuelo desde Hong Kong hasta el aeropuerto JFK de Nueva York.

Aquel era un viaje que sus padres llevaban planeando durante más de un año. La habían llamado muy emocionados para contarle que ya habían pagado una señal y que se habían «comprometido a ir». Recordaba a su madre diciendo, como solía hacer a menudo: «Queremos hacerlo antes de que seamos demasiado mayores».

La idea de que sus padres pudieran envejecer le parecía de lo más remota. Ambos eran practicantes entusiastas de actividades al aire libre y siempre estaban haciendo senderismo, dando largos paseos o montando en bicicleta. Sin embargo, durante un rutinario chequeo anual, a su madre le habían detectado «algo anormal». Fue todo un mazazo: un tumor cancerígeno inoperable. Su madre, que había sido la viva imagen de la salud, falleció en apenas cuatro meses.

Después del funeral, su padre sacó a colación el tema del viaje.

—Voy a cancelarlo. Me deprimiría mucho ir allí solo y ver juntas a las otras parejas del club de excursionismo.

Gina no se lo pensó dos veces.

—Papá, vas a ir, y no irás solo. Yo te acompañaré.

Pasaron diez días dando largas caminatas por las pequeñas aldeas de las montañas del Nepal y, tras volar juntos de vuelta a Hong Kong, su padre había tomado un vuelo directo a Miami.

Gina no tuvo la menor duda sobre lo que debía hacer. Su padre había disfrutado mucho del viaje, y ella también. En ningún momento había vacilado de la decisión que había tomado.

Pero ¿Dónde estaba su capacidad de decidir y lanzarse cuando se trataba de Ted? Ambos tenían ya treinta y dos años. Él era un buen hombre y estaba absolutamente seguro de que Gina era la persona con la que quería pasar el resto de su vida. Y aunque no le había hecho mucha gracia la idea de tener que separarse de ella, fue él quien la animó a acompañar a su padre. «La familia es lo primero», una frase que Ted le había repetido a menudo cuando debían reunirse con su numeroso y variopinto círculo familiar.

Tanto tiempo para pensar y aún no tenía ni idea de lo que iba a decirle a Ted. Él tenía derecho a saber hacia dónde se encaminaba su relación. ¿Cuántas veces más podría decirle que necesitaba más tiempo?

Como de costumbre, sus reflexiones la llevaron a un callejón sin salida. Para distraerse, abrió su iPad e introdujo la contraseña de su correo electrónico. La pantalla se llenó al instante de nuevos mensajes, noventa y cuatro en total. Pulsó varias teclas para que los correos se ordenaran por el nombre del remitente. No había ninguna respuesta de CRyan. Un tanto frustrada y desconcertada, decidió enviarle un nuevo mensaje. Tecleó su dirección y empezó a escribir:

Hola, C:

Espero que recibieras el mensaje que te envié hace diez días. Me interesaría mucho que me contaras más cosas sobre tu «terrible experiencia». Por favor, ponte en contacto conmigo a la mayor brevedad posible. Saludos, Gina

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