La biblioteca recomienda en octubre… La pirámide inmortal de Javier Sierra

”La pirámide inmortal” de Javier Sierra

“¡Ahora la historia está completa!”. Así se expresaba estos días Javier Sierra, al recibir los primeros ejemplares de su novela La pirámide inmortal

Su satisfacción sólo se comprende cuando se explica que esta nueva obra “reescribe, reemplaza y culmina” una novela suya anterior, publicada en 2002, y que se tituló El secreto egipcio de Napoleón. “En aquella temprana novela”, nos explica, “traté de dar sentido a la extraña decisión de Napoleón Bonaparte de pasar una noche a solas en la Gran Pirámide. Aquello tuvo lugar en agosto de 1799 y escribí un libro en el que pasé por alto un detalle que ahora me parece esencial: Bonaparte pernoctó en ese lugar empujado por una extraordinaria aventura amorosa”.

”La pirámide inmortal” de Javier Sierra

Como sucede con todas las novelas de Sierra, también en ésta es difícil distinguir entre ficción e Historia. Si bien es cierto que Napoleón pasó esa noche en la Gran Pirámide –igual que otra que también describe la novela, en la aldea palestina de Nazaret-, encontrar un paralelismo histórico a personajes de esta trama como Nadia ben Rashid resulta difícil. La novela se desarrolla en tres días concretos (10, 11 y 12 de agosto de 1799) y se describen hallazgos arqueológicos tan notables como la tumba de Amenhotep III, pero la existencia de una amante egipcia de Bonaparte en esa campaña queda al buen criterio del lector. “Aunque no sólo intervino ella”, matiza Sierra. “También influyeron en esa decisión algunos generales de probada militancia masónica que lo acompañaron a Egipto”.
Que La pirámide inmortal se haya lanzado en España un mes de agosto, 215 años después de los hechos que relata, es un curioso guiño que Planeta ha querido hacerle a la obra y a sus lectores. Un gesto mágico más en la que la editorial asegura que es “sin duda, la novela más evocadora de Javier Sierra”.

Fuente: http://www.javiersierra.com

A continuación reproducimos una entrevista con el autor publicada en el periódico ABC el 19/10/2014.

En 1799 Napoleón Bonaparte pasó una noche en la Gran Pirámide de Guiza mientras desarrollaba una campaña militar en Egipto. Doscientos años después, en 1997, un joven periodista turolense, interesado por los misterios de la historia, llamado Javier Sierra, tuvo la misma experiencia, que es la que relata en su última novela, «La pirámide inmortal» (Editorial Planeta). El exitoso escritor presentó el pasado viernes este trabajo en la Bibioteca del Alcázar de Toledo, donde rodeado por un nutrido grupo de sus lectores toledanos desveló los secretos que encierra este monumento, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que pervive y que cambió la vida de Bonaparte y la suya.

-¿Qué es lo que va a encontrar el lector en «La pirámide inmortal»?

-En clave de una novela de aventuras, el lector se va a encontrar con una reflexión que trata de responder al gran enigma de todos los tiempos: ¿podemos vencer a la muerte? Intento hacerlo recurriendo al mito de Isis y Osiris, que desvela hace ya 4.000 años que la única fórmula que está al alcance del ser humano para vencer a la muerte es el amor, que es lo que preserva la memoria, hace que las grandes obras permanezcan y sin amor estamos abocados a la desaparición. Este mensaje lo comprende Napoleón Bonaparte, que es el protagonista de la novela, y 200 años más tarde yo, como escritor, lo cuento de manera novelada, aunque hay más realidad que ficción.

-Esta novela es una revisión de otro trabajo anterior suyo sobre el mismo tema. ¿Aporta algo nuevo?

-Lo que he hecho con esta novela es un acto de magia egipcio porque escribí otra novela en 2002 que titulé como «El secreto egipcio de Napoleón», que contaba la misma historia, pero hace una década yo no era aún un escritor suficientemente maduro para comprender ciertas claves. Por eso, lo que he hecho ha sido resucitar el libro igual que Isis resucitó a Osiris, inyectando mucho amor en la escritura en un doble sentido, tanto en la trama como en la manera de elaborarla.

-Otra vez vuelve a la carga con la idea de la inmortalidad. ¿Qué es lo que le atrae de este tema tan recurrente en sus libros?

-Me atrae una idea muy poderosa, y es que la literatura se inventó precisamente para resolver este problema. El primer texto literario del que tenemos noción es la «Epopeya de Gilgamesh» o el «Poema de Gilgamesh», de hace unos 5.000 años y que se escribe a partir del empeño de este rey sumerio por encontrar la inmortalidad. Él es un hombre que sabe que lo tiene todo en la vida, salvo ese don que parece patrimonio de los dioses. Este texto habla del viaje que emprende este monarca en busca de esas divinidades para reclamarles la inmortalidad y cómo éstos terminan burlándose cruelmente de él. Yo, de alguna manera, lo que hago es rendir homenaje a esa historia y recordar al lector que la literatura no es solo evasión, sino que es también una herramienta para tratar de responder a las grandes preguntas.

-¿Qué es lo que buscaba Napoleón Bonaparte en Egipto?

-Lo que buscaba era construirse una imagen de héroe semidivino. Cuando llegó a Egipto era un jovencísimo general de 28 años, muy prometedor, que gozaba de la confianza del Directorio durante la Revolución Francesa, pero tenía ambiciones allí que trascendían a lo meramente militar. Así, descubrió en sus lecturas de juventud que los grandes militares que se convertirían en jefes de Estado, como Alejandro Magno o Julio César, habían estado en Egipto y se habían enfrentado a la prueba de la Gran Pirámide, es decir, pasaron una noche en la pirámide de Keops para medir su fortaleza ante el miedo. Lo que hizo Napoleón Bonaparte es seguir milimétricamente lo que habían hecho sus héroes en el pasado, ya que buscaba lo mismo que ellos, que es trascender al hombre y convertirse en alguien que superará las barreras del tiempo, y lo consiguió. De hecho, seguimos hablando de él hoy y es el personaje histórico que más novelas ha inspirado.

-Usted también ha pasado una noche en la Gran Pirámide de Keops. ¿Qué es lo que se siente?

-Lo que se siente es muy difícil de describir en unas pocas frases, pero básicamente lo que yo pasé allí fue una experiencia de iniciación. Esto no tiene nada que ver con lo esotérico o lo oculto, sino que en el mundo antiguo era un rito de tránsito que marcaba el paso de una etapa de la vida a otra. Para mí esto fue lo que significó mi noche en la Gran Pirámide, ya que yo entré en 1997 como periodista y salí de allí como escritor porque al poco tiempo comencé a escribir mis primeras novelas. Esta experiencia fue para mí tan iniciática como para Napoleón, que entró siendo general y salió convertido en el futuro e inmediato dueño de Europa.

-¿Y cómo lo consiguió usted?, ya que supongo que no será nada fácil.

-Lo conseguí a través de una vía alegal, es decir, no se permiten ese tipo de pernoctas desde hace mucho tiempo en Egipto, pero yo sabía de muchos personajes que lo habían hecho, especialmente músicos y escritores. De este modo, me abrieron las puertas de la Gran Pirámide sin cámaras y simplemente provisto de una linterna y de una botella de agua para pasar allí las seis o siete horas que estuve.

-Habla en la novela de ciertas similitudes entre la cultura egipcia y el cristianismo. ¿Cuáles son sus nexos de unión?

-El primero y esencial es que tanto para el antiguo Egipto como para el cristianismo la idea central de sus religiones es la resurrección de la carne, cosa que no se encuentra en ningún otro culto del mundo antiguo. La otra conexión es que el cristianismo, tal y como hoy lo conocemos, irradió a todo el mundo desde Alejandría, ya que fue allí donde San Marcos escribió su evangelio sobre papiro egipcio, que es el documento cristiano más antiguo que conocemos. Y también sabemos, por los propios evangelios, que Jesús estuvo refugiado en Egipto junto a su familia durante la huida de la Matanza de los Inocentes perpetrada por el rey Herodes. Por lo tanto, la conexión es evidente.

Además, hay pequeños detalles como, por ejemplo, según cuentan los mitos egipcios, cuando Osiris nace aparece una estrella en el firmamento; las representaciones de la diosa Isis con el dios Horus en el regazo son virtualmente idénticas a las de la Virgen María con el niño Jesús. Para ambos cultos la cruz era un elemento clave, siendo para los egipcios símbolo de vida y para los cristianos paradójicamente, aunque el Mesías murió en ella, es un signo de la esperanza en la vida ultraterrena.

-Hablando de la inmortalidad, una forma de pasar a la posteridad es a través de las obras que uno hace en vida. ¿Ayuda a ello ser uno de los escritores que más libros está vendiendo tanto en España como en un gran número de países?

-Esto lo que me recuerda es la enorme responsabilidad que tengo con mis libros, ya que sé que mis obras hacen pensar a mis lectores, les hacen estudiar, buscar otras fuentes. Por lo tanto, trato de ser muy escrupuloso con toda la información que manejo para construir mis novelas y cada nuevo éxito me enseña que debo ser lo más impecable posible. Sobre si lograré o no la inmortalidad, solo el tiempo lo puede decir.

-¿En qué se encuentra trabajando ahora?

-En este momento estoy leyendo, que es la fase previa de cualquier escritor. En concreto, estoy leyendo muchos textos que tienen que ver con la carrera espacial y quizá escriba sobre ello, pero aún no he tomado la decisión.

Fuente: ABC 19/10/2014

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